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Pedro Pablo Arroyo, paciente con ACV: “La rápida atención médica me salvó la vida”

Fue el 9 de mayo de 2020 que a Pedro Pablo Arroyo (64) se le declaró un accidente cerebrovascular (ACV). Relata que despertó a las tres de la mañana, sintiendo que la habitación “daba vueltas” y que, rápidamente, su familia lo llevó a Clínica Biobío.

Ya en Urgencia, lo atendió el Dr. Sergio Juica, neurólogo de la institución, quien tras examinarlo decidió efectuarle de inmediato una trombólisis para impedir que el cuadro se agravara y derivara en mayores secuelas o, incluso, en la muerte.

El procedimiento consiste en la administración de fármacos a través de un catéter, buscando disolver los coágulos de sangre que bloquean el flujo de sangre, principal causa de los accidentes cerebrovasculares.

Pedro Pablo reconoce que sabía muy poco de esta enfermedad y que, incluso, cuando le dijeron que se trataba de un ACV, creyó que al día siguiente podría retomar su vida normal. “Yo era muy sano. Hacía deporte, no fumaba, no tomaba alcohol, no tenía sobrepeso, entonces, esto fue muy repentino. Cuando me di cuenta de que no podía mover ninguna parte de mi cuerpo, que ni siquiera podía sonreír, me asusté mucho… Luego me explicaron que el coágulo se había alojado en una parte muy compleja, en el encéfalo, y que eso podía tener graves consecuencias”.

A pesar de la rápida intervención de los médicos y del éxito del procedimiento realizado, el ACV dejó secuelas en Pedro Pablo: perdió la voz por completo y la movilidad del lado derecho de su cuerpo. “Estuve dos meses internado en la Clínica, me alimentaba por sonda y me hicieron una traqueostomía, pero con la dedicación de distintos profesionales fui evolucionando favorablemente. Estaba con fonoaudiólogo, terapeuta y sesiones de kinesiología dos veces al día, además de observación y evaluación médica permanente… En ese tiempo logré casi recuperar el habla, pero seguía en cama. No tenía fuerzas. De hecho, ni siquiera lograba afirmar el cuello o la cabeza”.

Como esto ocurrió en plena pandemia, para evitar riesgos y poder estar más cerca de Pedro Pablo, su esposa pidió traspasarlo a un sistema de hospitalización domiciliaria. “Estuve así dos años. Tuve que aprender a hacer todo otra vez, hasta a comer, a deglutir”, confiesa.

Su evolución ha ido de más a mejor. Volvió a trabajar -a asesorar clientes y a la docencia, que tanto ama-, y hoy lleva una vida casi completamente normal. “Lo único que me falta es un poco más de estabilidad al caminar”, reconoce.

Pedro Pablo afirma que desde antes solía atenderse en Clínica Biobío, por la cercanía con su domicilio. No obstante, dice que ahora no la cambiaría. “Después de mi experiencia, yo recomiendo la Clínica por completo. Desde el principio, y durante toda mi estadía, la atención fue muy buena. Cada uno de los profesionales que me atendió, lo hizo con la mayor dedicación, y eso es parte importante de la recuperación que he experimentado... Pero, sobre todo, destaco lo preparados que están para atender emergencias como la mía. En casos de ACV, me han dicho después, la rapidez es clave… Yo, estuve a punto de morir, pero la rápida atención médica me salvó la vida, así que agradezco sobre todo al Dr. Juica, que tomó la decisión de hacer la trombólisis de inmediato. Eso fue lo que me salvó”.

 



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